domingo, 3 de abril de 2011

La bestia

Era cálido su cuero color del ocaso, tenía la amplia y filosa boca abierta y yo me deslizaba detrás de su lengua tan líquida como familiar, como plácido néctar flotaba yo en su halo y me dejaba llevar lejos sobre su arpón de humo. Corría a hurtadillas y furiosa por sobre la ciudad su sombra anfibia, surcando inasible los muros y columnas ya deshechos, fijando sus ojos, casi obsesos, en la ópera de aquella grotesca y blanda sonrisa que desnuda bajo la noche se nos ofrecía.
La bestia alada se adentró aun más hacia los altos cielos negros y retorciéndose, rió como el trueno y se esfumó.

29/03/11

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